La comarca del campo de Montiel, y por tanto el término municipal de El Ballestero, por su situación geográfica entre Andalucía y Levante y por ser paso natural sin grandes accidentes geográficos que lo dificultaran, será zona de asentamientos de población y de tránsito intenso en la época prerromana. Así, en el término municipal de El Ballestero encontramos restos arqueológicos de estos asentamientos en la necrópolis ibérica de El Ojuelo y en el Villar de Pontezuelas, y también en los alrededores como en los lugares de Villaverde, El Campillo y Villalgordo.

            La calzada romana, de la que se conserva en buen estado un tramo de más de 800 metros, fue uno de los caminos más importantes de la Península desde la época prerromana, siendo utilizada sucesivamente y permanentemente por los protagonistas de la historia de la antiguedad, como es el caso del general cartaginés Aníbal que seguiría este itinerario para atravesar la Península Ibérica a finales del s. III a. de C.

            Fuentes arqueológicas de todo tipo, así como los itinerarios de Antonino, Vasos de Vicarello, y Anónimo de Rávena localizan CAPUT FLUMINIS ANAE (Cabeza del rio Ana) entre las ciudades de Libisosa y Laminium a 14 millas romanas de la primera siguiendo la Vía Heráclea, lugar donde coincide con el emplazamiento de la necrópolis ibérica del Ojuelo, en el límite de los términos municipales de El Ballestero y Viveros y muy cerca de las salinas de Pinilla explotadas ya en la antigüedad. Numerosos restos arqueológicos justifican su precisa localización.

            En esta época romana, la importancia de esta vía, mejorada en tiempos del emperador Augusto, y la cercanía a la ciudad de Libisosa darán más importancia a la zona con un intenso tráfico comercial.

            De la época visigótica no existen muchos datos históricos pero sí motivos decorativos en la pila bautismal de la Ermita de Villalgordo, así como en los capiteles de algunas columnas de dicha ermita que pudieran justificar la existencia de población en ésta época.

            De la época musulmana no quedan vestigios, pero si existe una descripción del paisaje de sabinas y encinas y el asombro de ABD-ALRAHMAN III, que en su campaña del año 935 cruza estos lugares, ante las navas y navajos rebosantes de agua que él llama FAHS-ALGUDUR (Llano de las Charcas).

            El topónimo BALLESTEROS, que así se llamó durante algún tiempo, aparece en documento escrito de la época de Alfonso X el Sabio para hacer referencia a una singular encina en la Dehesa de Ballesteros, perteneciente a Alcaraz. Éstas encinas de gran porte, el agua del manantial del actual Pozo Viejo y la abundancia de caza justifican que el ejército de Alfonso VIII en su conquista de Alcaraz asentara el campamento de su cuerpo de ballesteros en este lugar y de ahí el origen del nombre del lugar. En el término municipal abundan los topónimos referidos a esas espesuras boscosas, tales como Mohedillas, Moheda o Mohedón.

Entre 1.217 y 1.238, reconquistada Alcaraz por Alfonso VIII, se fundan ilegalmente las iglesias de Villaverde y Villalgordo, lugares hoy despoblados en las cercanías de El Ballestero y procedencia de los pobladores que han de trasladarse a nuestro pueblo a finales del siglo XIII huyendo de la peste y buscando un emplazamiento barrido por los vientos y por tanto más sano. En 1.240 se había iniciado la repoblación de aldeas de Alcaraz, entre ellas la de Ballesteros, que por su altitud y las condiciones antes descritas era ubicación ideal para un asentamiento definitivo.

            En 1.263 comienza la tala de sabinas que serán empleadas en la construcción de Villa Real (actual Ciudad Real), ya que la altura y calidad las hacían imprescindibles en la construcción. En los años 1.282 y 1.283 sufriría la zona la devastación completa por las incursiones que los benimerines realizaron utilizando la antigua calzada romana.

            En los siglos posteriores serán de decadencia como aldea dependiente de Alcaraz a la que suministraba importantes recursos procedentes de las dehesas de encinas y abundantes pastos, así como de la riqueza maderera de los sabinares. El Ballestero es una pequeña aldea de pocos más de cien moradores que sufrirá su desprotección en las guerras civiles de finales del siglo XV al ser atacada por tropas villenistas, partidarias de la Beltraneja, ante la dificultad del ataque a la fortificada ciudad de Alcaraz, defensora de los derechos al trono de Isabel de Castilla.

            En los siglos XVI y XVII, el lugar registra poblaciones cercanas a los 3000 habitantes (293 y 272 respectivamente), cifras nada despreciables para una época difícil.

            El siglo XVIII supone un gran avance para El Ballestero, gracias a la autonomía municipal conseguida en el año 1.691 durante el reinado de Carlos II el Hechizado. El privilegio de villazgo fue comprado por el municipio en una época de grandes dificultades de la Hacienda Real. En este siglo El Ballestero alcanzará una población total de 663 habitantes. En el Catastro del Marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, se registran 469 habitantes que habitan un pueblo ya configurado (se conserva un plano de la época). Igualmente se sabe que aún no tiene delimitado el término municipal, pendiente de deslinde y amojonamiento con la ciudad de Alcaráz de la que se segrega. Pertenecía nuestro municipio a la provincia de La Mancha, hasta que en el siglo XIX se aprueba la nueva organización territorial y administrativa de España, creando la actual provincia de Albacete

 

Primer plano conocido de El Ballestero fechado en 1752.

 

Es el siglo XIX una época de mejora de las condiciones de vida y el aumento generalizado de su población. Así en 1.883 El Ballestero registra 1.405 habitantes, de los cuales sólo el 31,8 de los varones saben leer y escribir, mientras que el nivel de alfabetización de las mujeres es un escueto 1,6. Termina el siglo XIX con una población de 1.634 habitantes, sin que se tengan noticias de hecho histórico relevante que se produjera en esta villa.

            Comienza el siglo XX con un ligero aumento de población que registra su máximo de 1.858 habitantes en el año 1.949. Desde el año 1.950 comienza el éxodo ininterrumpido hacia zonas urbanas industrializadas y hacia zonas agrícolas de Levante (Villarreal de los Infantes, en Castellón, alberga la colonia más numerosa de emigrantes ballestereños). Esta corriente migratoria se reducirá considerablemente en la década de los 60, registrando la mayor pérdida de población en 1.964. El descenso continúa en la década siguiente. En las dos últimas del siglo se registran ligeras pérdidas demográficas que son fruto de un crecimiento vegetativo ligeramente negativo como consecuencia del alto índice de envejecimiento de la población.

Estas dos últimas décadas han sido para el municipio las mejores de todo la historia por la gran cantidad de obras de infraestructura que se han ejecutado para conseguir servicios con los que nunca se había contado: abastecimiento de agua potable, red de alcantarillado, alumbrado público, pavimentación de calles, etc.

Imagen del interior del Aula de la Naturaleza donde se hace una exposición de la flora y fauna de la zona de El Ballestero.